La vida loca: jóvenes maras que “conviven con la muerte sin saber cuando les toca”
bandas cine
Last updated Jul 30, 2020
by
Alejandro Ventura

Christian Poveda (España, 2008)
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***La vida loca*: jóvenes maras que “conviven con la muerte sin saber cuando les toca”**
Muy lejos del pintoresquismo de *Monos* y más cerca de la “estética del hambre” de Glauber Rocha y el Cinema Novo, este documental de Poveda es una aproximación cruda y sin aditamentos al universo violento y pesadillesco de las maras, las pandillas juveniles de Centroamérica para quienes el sentido vital parece reducirse a “un momento de gozo” antes de morir. A partir de un esquema argumental que se pliega constantemente sobre sí mismo, donde las historias se repiten una y otra vez en un contexto de exclusión y marginalidad estructural, el realizador intenta penetrar con su cámara en un círculo de represión y control por parte de los diferentes aparatos del estado hacia los y las jóvenes maras: la policía, la justicia, la cárcel y el reformatorio, por un lado; la combinación perversa de satanización estigmatizante de los mass media y resignación religiosa en su invocación a “atrapar a Cristo”, por el otro. Es interesante ver cómo el documental expone los bloqueos que se ejercen para evitar que fructifique cualquier emprendimiento productivo que pudiese sacar adelante a estos “condenados de la tierra” (es el caso de la labor que se intenta a través de una panadería autogestionada dirigida por una ONG en su desesperado intento de rehabilitación y reinserción social de estos jóvenes). Es como si hubiese un interés premeditado en mantener un estado caótico de aniquilamiento mutuo entre las diferentes pandillas identificadas por sus marcas corporales, los tatuajes. La apertura y cierre son sendos rituales que clausuran cualquier posibilidad de salida: en el comienzo, el de la muerte que será la protagonista omnipresente con su secuela de llanto y dolor en familias desestructuradas; al final, el de iniciación de un nuevo miembro a la pandilla que funciona como un reset fílmico (serán 18 eternos segundos de golpiza ininterrumpida para “forjar al combatiente”, en este caso de la Mara 18, en su preparación para el enfrentamiento con las otras bandas rivales y la policía). Escalofriante es saber que el propio documentalista terminó sucumbiendo a esta espiral retroalimentada de violencia y muerte cuando apareció acribillado tiempo después en una calle polvorienta cerca de San Salvador.
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